10.15h de la mañana del viernes 21 de septiembre. Salimos de Torredembarra, destino Port de l’Ametlla de Mar. Capítulo segundo de este particular cuaderno de bitácora. Sabemos que van a ser unas cuantas horas de travesía. Estamos emocionados otra vez, el, principio de la aventura ha sido genial, tal y como te conté, hemos salido con expectativas cero y nos hemos encontrado con el mejor de los recibimientos. Nos han hecho sentir especiales y queridos. La amabilidad y el buen rollo se palpa en el ambiente. Es curioso como se llega a trasmitir y a percibir en cada uno de los rincones del puerto de Torredembarra.
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Una salida tranquila
Hemos estado muy cómodos y nos sentimos realmente agradecidos con todos ellos. Nos sentimos contentos y agradecidos y con ese sentimiento iniciamos la singladura. Nos encontramos con un mar calmado, lo cual se agradece mucho, aunque de momento nos falta viento. La primera hora la hacemos a motor, tranquilos y aprovechando para ver mapas, calcular distancias y desayunar por segunda vez. Un estupendo bocadillo que nos preparamos y nos comemos bajo el sol de la mañana. Hace aún calorcito, aún hay que protegerse del sol. De pronto nos empieza a entrar un viento agradable que va subiendo poco a poco es una brisa ligera aunque suficiente, así que decidimos sacar velas.
La Dama, se va comportando, aunque vemos que cabecea mucho. Tememos que es debido al peso en la proa por los metros de cadena que llevamos. También es verdad que nos falta práctica, un año amarrados con la reforma del barco. Hay que ponerle paciencia. De pronto me veo, agarrada al timón, intentando controlar y disfrutar, dos verbos que no siempre se quieren, y al mismo tiempo calculando pesos y metros de cadenas. La neurona decidió que no era momento de cálculos, así que desconecté y dejé al capitán haciendo sus cálculos 😉
Todo se mueve en un velero
Si no has estado nunca en un velero te diré que es preciosa la sensación y también que todo se mueve, incluido tú aunque no quieras. De pronto me entran ganas de ir al lavabo y para allá que voy. El barco está escorando un poquito, cabecea un poquito … lo normal 😊, nada extraordinario. Así que me voy confiada para dentro. Me siento tranquilamente en la taza, y que descanso. Me paso el viaje bebiendo agua y tomando té. El ambiente salino se nota y beber agua es bueno siempre. Y allí estaba yo sentada tranquilamente, me levanto con las manos en el bañador para subírmelo y el barco, de pronto, decide moverse bruscamente y lanzarme contra el banco que tenemos delante sin darme tiempo a agarrarme a nada. Patapam!! Ostión al canto. Cara de susto. Que narices ha pasado. Suerte que los reflejos fueron buenos y me pude quedar medio sentada, aunque con una buena contusión en la cadera.
La sensación de ridículo en ese momento con una mano en el bañador, medio subido y la otra en la pared me dejó parada. ¿Que había pasado? Cuando me dí cuenta me eché a sonreir (menos mal que no tenemos cámaras en el barco)… ¿sabes cuando te caes en la calle y te duele más el ridículo que el golpe?. Pues realmente me sentía así, o igual esto serviría para un super video en youtube con miles de visitas…. Que vergüenza jejejeje
Llegada a l’Ametlla de Mar
La vida en el barco tiene sus cosas, te caes, te golpeas, te quemas por el sol. Y al mismo tiempo disfrutas, meditas, te sientes parte de la naturaleza. Es ir visitando los extremos constantemente y tú le pones la visión del equilibrio. Muchas veces sientes los extremos de una misma cosa… es la naturaleza misma, agreste y armoniosa.
Por la tarde llegamos a l’Ametlla de Mar. Y tal como amarramos el barco le digo al Capitán. No me gusta. Lo dije sin pensar, me salió del corazón. Me mira extrañado y me dice – A mi tampoco. uyyy la misma sensación los dos.
Así de contundente, así de extraño. Había algo en el ambiente que no presagiaba “buen rollo”. Es verdad que veníamos de una experiencia muy buena, tal vez demasiadas expectativas.
Nos habían hablado muy bien de l’Ametlla, un pueblo típico de pescadores, pequeñito, con su encanto. El pueblo y las calitas que hay alrededor son preciosas. Y el puerto, bueno. La llegada al puerto no fue de alfombra roja. El marinero fue correcto aunque muy taciturno, esa sensación que tienes cuando llegas a un sitio a la hora de la siesta y estás molestando. Eran las 18h de la tarde, una siesta muy larga.
La sensación de ser un limón exprimido
Al cabo de unos minutos nos vamos a capitanía a entregar los papeles y después de 15 minutos de darle a la radio y pasearse por allí lo vemos aparecer, al mismo marinero, con cara de “estos otra vez”. Hay que hacer la entrada a puerto (pienso, de que se extraña). Le entregamos los papeles y le comentamos que no sabemos si quedarnos una o dos noches o más: – como quieran, de momento paguen una noche 62,50€ y mañana si quieren otra noche vuelven a pagar. – Un poco caro para la temporada que estamos, ¿se puede aplicar precio de temporada baja/media o algún descuento si nos quedamos varias noches?, finales de septiembre hay poco transeúnte, le digo con una sonrisa. – ni hablar, aquí sacamos el dinero los meses de verano (de pronto tuve la sensación de que me había convertido en una auténtica guiri que sólo navega en agosto). El marinero continua con la explicación: El 1 de octubre cambiamos precios a menos de la mitad. Ahora es lo que hay. Hemos de aprovecharnos de los veraneantes y hacer con ellos el dinero… Glups… pensé… ha quedado claro, sintiéndome definitivamente una especie de limón y el marinero el exprimidor.
Pues es lo que hay….¡vaya respuesta! Nos dijimos con la mirada, si ya no estábamos muy convencidos, la “amabilidad” del señor nos terminó de convencer. Mañana nos vamos. Aunque tenga toda la razón del mundo, tampoco hacía falta esa manera tan cruda de hablarnos, desde luego no invita para nada ni a quedarse ni a recomendar el puerto.
El bonito pueblo de l’Ametlla
Mientras tanto aprovechamos para ver el pueblo, hay que decir que el pueblo es lindo, con sus calles pequeñas, rincones preciosos y el puerto mayormente pesquero. Me enamoró un rincón con las típicas barquitas de pescadores, arregladas, pintadas de colores. Hay calitas muy cerca, pudimos ver algunas, que invitan a descansar y a disfrutar.
En cambio, donde estábamos amarrados delante del párquing y casi en medio de las barcas de pesca, con su correspondiente olor y ruido, muy cómodos no estábamos. Las duchas están “correctas” y poco más que decir. Cada uno que saque la conclusión que quiera. Mi opinión: no vale lo que pagamos, un amarre carísimo para lo que es el puerto y los servicios que da. Al menos en septiembre.
El mercado de l’Ametlla
Al día siguiente temprano y con la calma fuimos a comprar al mercado municipal. Nos sorprendió, era un mercado pequeñito con paradas fuera del edificio de fruta y verdura. Parecía algo divertido, la gente se agolpaba sirviéndose ellos mismos, la mayoría eran gente mayor que se veían habituales, y por allí en medio algún turista intentando comprar, como un ruso al que sólo se le veía el dedo que señalaba y luego un Da, Da. Al final creo que consiguió comprar de todo.
Cargamos principalmente con verduras y fruta. Yo continuo con mi conciencia ecológica y por tanto iba con mis bolsas de tela y allí fuimos poniendo lo necesario. Creo que no están muy habituados a que la gente se traiga sus propias bolsas y aún veo dar bolsas de plástico muy alegremente, una pena. Sigo pensando que con pequeños pasos podemos subir montañas, aunque más gente tendría que hacerlo. Demasiado plástico vemos por el mundo y por el mar. Tristeza nos da.
Con la compra hecha, descansados y aún cosquillas en el estómago de todo lo que estamos viviendo nos preparamos para la marcha.
Nos vamos del puerto de l’Ametlla
Radio en la mano para avisar de la marcha -Port de l’ametlla, port de l’ametlla, port de l’ametlla, para embarcación Dama de Mar…. – port de l’ametlla…. Pooooooort de l’ametllaaaaaaa. Media hora con la radio, decido ir a capitanía, ni rastro de nadie. Bufffffff. El Capitán ya parecía que se iba a poner a cantar por la radio…. Poooort de l’ametllaaaa lalalalalala…. Ni caso. Nadie al otro lado.
¿Qué hacemos?. Llevábamos una hora intentado ponernos en contacto. Nos miramos los dos y decimos, pues nos vamos a la francesa. La verdad es que te queda mal sabor irte así de esa manera. Menos mal que no teníamos fianza depositada y ya habíamos pagado la noche. Así que, depositamos la llave de las duchas en el buzón y nos fuimos. Pues eso, adiós. Vaya puerto….
Salimos del puerto sin despedirnos, con una sensación un poco extraña. Y nos vamos hacia l’Ampolla, o mejor fondeamos….
En el próximo post te cuento más
Un abrazo y continuamos la singladura
Adriana
Tu coach en el Mar
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