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Hace escasamente un par de días tuvimos una bonita experiencia en Menorca. Nuestros viajes y travesías nos enseñan mucho. Fue un día donde navegando en la bahía de Maó el corazón me hablaba. Aún a pesar de que no acabé de entender su mensaje si nos ayudó a tomar la mejor decisión.

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Salida preparada

Todo preparado, habíamos mirado la meteo unas 40 veces, la ventana de viento tal vez era un poco justa, aunque suficiente. Todas las cosas en su sitio, la estiba correcta, comida hecha y en sus recipientes. Todo dentro de la nevera, para no tener que cocinar mucho y comer saludable y calentito cuando nos apetecería. En el mar hay que cuidar la comida.

Maniobra correcta, combustible, agua. Todo parecía estar perfecto para una travesía de dos días. Aunque yo llevaba toda la mañana nerviosa. ¿Estas bien? Me preguntó David varias veces. Si, le respondí. Sólo que estoy nerviosa y no sé decirte porqué. Será el estrés de la preparación. No entendía que me pasaba. Estaba realmente muy nerviosa.

Algo te está hablando

Al final salimos tranquilamente, recorrimos toda la bahía de Maó. Una preciosidad de costa, intenté disfrutarla, aunque no lo conseguía. Probé de despedirme mentalmente, agradeciéndole la estancia y algo en mi interior me decía, “no te vas”. Me empecé a preguntar que me pasaba. Menorca es una isla que me encanta, me trasmite paz y hemos disfrutado estos días en la isla, aunque no son razones suficientes para tener la sensación de que no nos vamos.

No entendía nada y pensé en relajarme, ya vendrá lo que sea. Mientras me puse a recoger amarres, defensas y para estibarlo todo le pedí a David que me echara una mano. Y de pronto oigo: Algo no va bien.

Ven al timón y termino yo la estiba, lo haré más rápido, oigo que me dice. No pregunto y me voy al timón. Me extraña, aunque viéndole la cara, mejor no decir nada. Todo tiene su momento. Creo que al timón automático le pasa algo, me comenta. Mierda!

Termino esto y voy a ver si puedo arreglarlo, me dice David, parece un problema electrónico.

Mientras está abajo tocando botones, apagando, encendiendo, buscando manuales y dando vueltas, llegamos al final de la bahía de Maó. Mar abierto. Parece un buen día aunque haya un poco de olas.

Señales de error

Piiiii, piiiiiii los botones dan señales de error. Me mira y me dice: dos días enteros sin timón automático significa no poder soltar el timón en ningún momento. Uno de los dos siempre allí y si las condiciones se tuercen un poquito puede llegar a ser agotador. Así que hemos de tomar una decisión.

No hemos hecho esta aventura para estar sufriendo, tenemos todo el tiempo que queramos. No vale la pena pasarlo mal así que decidimos volver a puerto.

En la entrada nos encontramos los barcos de la regata: los TP52. Una especie de balas de mar llenas de tripulantes que al adelantarnos decido saludarlos. David me pregunta: ¿crees que te van a responder?… Ahora lo veremos. Levanto la mano para saludar con una de mis mejores sonrisas. Y de vuelta obtengo varios saludos con sonrisas de su parte.

Ya no son solo una atracción, que también, una persona les saluda y les devuelve su humanidad. Saludar es bonito, pienso. También de esta manera quitamos tensión de lo que ha pasado. Se trata de disfrutar. Y la verdad es que los barquitos-bala nos proporcionan imágenes muy bonitas.

Avería detectada

Volvemos al mismo amarre en el que estábamos, los vecinos nos miran extrañados y les comentamos la situación.
David se pone enseguida con la avería y al cabo de cinco horas había conseguido arreglarla. Yuhuuuu. Pues venga… volvemos a salir que no ha sido nada. Vuelta a recoger maniobra y a pasearnos por la bonita bahía de Maó. De verdad que si tienes oportunidad de recorrerla en barquito te lo recomiendo.

Pues allí volvíamos a estar, saliendo de la bahía de Maó rumbo Cerdeña. Aunque yo seguía intranquila. A pesar de que ya no estaba nerviosa (la avería estaba arreglada, algo no fluía). Cuanto más nos adentrábamos más nerviosa estaba.

Cuando el viento se calla

Efectivamente, cuando llevábamos una hora desde la salida del amarre y ya en el mar nos damos cuenta que el tiempo había cambiado. Apenas teníamos viento, había bajado en esas horas y las olas habían subido para llegar casi a los dos metros.
Estábamos navegando a motor y moviéndonos de un lado para otro como un tentempié. Estaba bien aunque tenía que ir agarrándome fuerte para no caerme. Me senté en la bañera y mirando a David le pregunté: ¿realmente tiene sentido esta travesía en estas condiciones?

David se sentó a mirar las predicciones de tiempo y me dijo. Déjame pensar. Así que me quedé mirando el cielo y las olas que nos movían como querían.

Estuvo un rato con las aplicaciones de tiempo, pensando y al final sentándose a mi lado me dice: Creo que hay momentos que las preguntas te abren los ojos. PARA QUÉ hacer esta travesía sin viento. Si no hay viento suficiente tenemos que ir a motor casi todo el rato y con mar de fondo vamos a estar moviéndonos como si estuviéramos en una lavadora.

Una travesía muy incómoda, en donde no vamos a disfrutar. La última ya fue así. Sabemos que podemos hacerlo, aunque ¿para que?. Ahora mismo no tiene ningún sentido. No nos espera nadie, no nos viene de un par de días. No tenemos que demostrarnos nada. Decidido: Nos volvemos a puerto.

Además, tus nervios siempre nos avisan. Así que a lo único que le vamos a dar la vuelta es al barco para volver

Y así ha sido que nos hemos vuelto a Menorca. Mi isla preferida de las Baleares. Esperando que las olas se calmen y el viento suba. Ya que, aunque haya poco viento, andamos si no hay ola. Pero con ola necesitamos motor y encima parecemos un tentempié. Decisión tomada, media vuelta y para el amarre otra vez.

En la bahía de Maó de noche

Esta vez ya entramos de noche, ahora la costa de la bahía nos resulta muy familiar, sin querer la hemos recorrido unas cuantas veces. Y la verdad es que cada vez descubres rincones nuevos, de noche es aún más preciosa.

La noche es clara y estrellada. La luna, casi llena, asoma dulcemente saludándonos y las luces del puerto se ven como bonitos adornos. Hay algo en todo ello que nos proporciona tranquilidad.

Al llegar estaba el marinero esperándonos. Le tiro los amarres rápidamente y nos pregunta: ¿avería o mar de fondo? Me rio con él y le digo mar de fondo con poco viento. Pues si no hay prisa, mejor estar aquí y esperar mejores condiciones, para que sufrir. Le damos toda la razón.

Toca ir a buscar las defensas otra vez de nuestro vecino. Ya te he contado en la newsletter que nos presta unas defensas gordotas para “protegernos” de la motora jejeje. Ha sido un ir y venir de locura. (¿aún no estás en mi newsletter?, regístrate aquí)

La vida te da sorpresas

Esperaba estar escribiéndote desde otro puerto. Aunque la vida te trae sorpresas. Aprender a fluir con los imprevistos, con los tiempos marcados por la naturaleza es algo que estoy aprendiendo y me encanta. Yo tan planificadora y organizadora ahora me veo meciéndome a los ritmos que la naturaleza marca. Y cuando esto sucede es mágico.

Sigo planificando y organizando desde otra actitud, desde otra mirada. Desde la mirada que me da el permiso para deshacerlo todo y que no pase nada. La naturaleza te enseña mucho si la dejas.

A eso se le llama desaprender, cambiar, transformarse. Una parte del proceso que te permite mejorar y encontrar tu esencia.

Escribí sobre como desaprender en este post. Y las experiencias que me pasan las veo desde esta nueva mirada.
Una de las enseñanzas que me ha dado el desaprender es a volver a escuchar al corazón. Es curioso el proceso y el descubrimiento. Aunque realmente poderoso.

Todo es energía

Todo es energía y como tal se percibe. Aún a pesar de que a veces cueste interpretarla. Las famosas corazonadas existen y son reales. Lo único es que no hay que confundirlas con nuestros deseos o incluso nuestros aprendizajes. ¿Y como se hace?

Escuchándote, dándote el permiso para darte cuenta. Sin juicios y sin recriminaciones. Tu corazón te habla y tu mente también. Lo único es que cada uno tiene su propio idioma y una manera totalmente diferente de comunicar.

El corazón te habla

Desde hace unos años se sabe que en el corazón hay neuronas y que éstas nos aportan información, nos hablan aunque aún no sepamos como lo hacen.

Estaba nerviosa antes de salir, algo me decía que algo no funcionaba. Lo que me pasa es que no sabía el que. Era verdad que había ido corriendo toda la mañana para preparar las cosas. Y el estrés confunde.

También es verdad que no era tan potente como otras veces y en realidad nos ha servido para arreglar una avería que estaba allí. Sólo era cuestión de escucharlo para saber que teníamos que hacer, para tomar la decisión correcta. Escuchar al corazón nos ayudó.

No es la primera vez que me pasa y muchas veces hacemos caso a mis «corazonadas». Cada vez entiendo mejor el idioma del corazón.

Estoy aprendiendo a escucharlo. Dándome el permiso de no juzgarme y de ir poco a poco interpretando señales.

El corazón tiene más capacidad de interpretar las energías que están a nuestro alrededor. Las capta y de alguna manera nos manda sus señales.

Aprende a escuchar tu corazón, te dará información muy valiosa.

Próximamente te mostraré como la hago y consejos para ir abriendo tu corazón y empezar a entenderlo.

¿Quieres empezar ya? Bueno, siempre puedes pedirme una sesión exploratoria gratuita y ver si podemos empezar a trabajar en ello. Escucha a tu corazón a ver que te dice 😉.

Me dice que si, quiero mi sesión gratuita

Espero que hayas disfrutado de esta lectura tan especial y hasta la próxima

Un fuerte abrazo

Adriana

Tu Coach en el Mar