Tal vez el hecho de llevar tres días bajo la lluvia me ha inspirado este artículo sobre el síndrome de la rana hervida. O Tal vez el paseo que hicimos por el Delta del Ebro donde encontramos un montón de estos pequeños animales saltando alegremente. Hemos estado tres días viendo llover y a ratos de una manera torrencial, y aunque la experiencia de vivir un temporal así la explicaré en otro momento hoy me gustaría reflexionar un poco contigo sobre la historia de la rana que no sabía que la estaban hirviendo.
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La verdadera historia de la rana hervida
Aunque la historia de la ranita que has leído en tu mail, si eres suscriptor, es mía, la verdadera historia está sacada del libro del filósofo Olivier Clerc. Él nos relata como una rana que está metida dentro de una cazuela con agua, si se va aumentando de forma gradual y lentamente la temperatura, ésta no tendrá percepción del peligro hasta que ya no tenga suficientes fuerzas para salir y morirá hervida. En cambio, si la metieras dentro con el agua ya hirviendo tendría suficiente energía para salir de un salto.
Es la misma historia que he contado en el mail, aunque con toques diferentes 😉, más personales. Aprovecho para decirte que si aún no te has suscrito, ahora es buen momento para hacerlo.
¿Será verdad la historia de la rana hervida?
Cuando me documentaba sobre esta analogía volví a leer un texto que me hizo bastante gracia. La analogía de la rana hervida la conocí hace años atrás, en realidad fue un amigo psicólogo que me la explicó cuando yo estaba metida en una situación de presión y estrés del que no era ni consciente.
En el momento en que me la explicó (yo que soy hiper curiosa) busqué información sobre ella y me encontré que una de las controversias era saber si era verdad o no que las ranas podían morir hervidas sin darse cuenta. La verdad es que me sorprendió… es la misma pregunta que uno se hace cuando le explican este tipo de analogías. Serán verdad o sólo es un cuento. Hubo quien lo comprobó (pobres ranas…). Total.. que por favor que a nadie se le ocurra comprobarlo, alguien ya lo ha hecho: para que la pobre ranita se esté quieta la velocidad de calentamiento de la temperatura ha de ser menor de 0,02 grados Celsius por minuto. Si es mayor, la rana salta y se larga.
El síndrome de la rana hervida
Esta interesante analogía se puede llevar a muchos campos que vemos a diario: la destrucción de nuestro mundo con el calentamiento global y la destrucción de ecosistemas que se va realizando tan lentamente que no nos damos cuenta hasta que sean irreversibles. Ojalá nos demos cuenta y actuemos antes de que hirvamos el mundo en que vivimos…
Patologías derivadas de una mala alimentación y/o de malos hábitos como una vida sedentaria o el tabaquismo, cuyos efectos tardan muchos años en aparecer. Van haciendo mella en nuestro sistema de una manera silenciosa, nuestro cuerpo y nuestra mente se acostumbran a ese “maltrato”. Lentamente, hasta que de pronto aparecen enfermedades, como son la diabetes, la hipertensión, el colesterol, etc.. y que nos pueden llevar a una muerte prematura. Años haciéndonos daño de una manera silenciosa.
Las emociones y tu mente
En el campo del desarrollo personal está analogía se utiliza mucho y es de la que más voy hablarte hoy. Cuantas veces te has dicho , o le has dicho a alguien: no es nada, es solo una temporada, yo aguanto bien la presión, es que … es que… es que estas aguantando una situación que hasta puedes creer que es beneficiosa o que no tienes más remedio que aguantarla por la razón que sea y que en realidad te está quemando, te está hirviendo y te está llevando a un final poco feliz.
Así de rotundo, te quemas. Y no quieres darte cuenta. No quieres verlo. Una de las características de estas situaciones es lo mismo que encontramos en la historia de la pobre ranita. Uno no es consciente de que está en situación de peligro, de que lo están hirviendo dentro de una cacerola.
La mente, además, no ayuda en estas situaciones. Sabe encontrar todas las excusas posibles para dejarte en esa situación. Te ata con excusas y explicaciones para que no salgas, para que no cambies. Te engañas para continuar en una situación que te resulta confortable aunque te haga daño. Y mientras sigue el hervor.
Que sepas que la capacidad de aguante que tenemos el ser humano es increíble, tu límite no lo conoces, aunque al final, cuando el agua supera los 100 grados, te puedo asegurar que estás totalmente hervido y no te has dado ni cuenta.
Conoce las señales de alerta
Entonces, ¿cómo reaccionar a tiempo?, que señales tienes que observar para poder empezar a tomar conciencia de la situación.
1.- Señales físicas
Las primeras señales que aparecen suelen ser físicas. Dolores de cabeza constantes, tensiones musculares, problemas de insomnio. El cuerpo te manda señales de socorro. Aprende a escucharlo, a prestarle atención. Él nos habla constantemente, aunque a veces nosotros no le hagamos ni caso.
2.-Señales emocionales
Puede que tengas también cambios de humor bruscos, estados depresivos, y/o empieces a aislarte de tu entorno. Cuando la emotividad está a flor de piel de una manera desbordada hay que pararse a ver qué está pasando.
Empezando a tomar conciencia de tu cacerola
El primer paso para solucionar cualquier cosa es ser consciente que hay que solucionarlo. Cambiar, transformarse, empezar a andar hacia la solución pasa por tomar conciencia. Una vez estamos allí hay varias cosas que podemos hacer dependiendo de que tipo de cacerola sea la nuestra. No es lo mismo cuando el agua que nos hierve es fruto de una relación tóxica que cuando lo es a causa de un trabajo estresante, o puede que seas tú el causante de esta situación a través de tus creencias, de tu perfeccionismo o de tu alta exigencia.
Piensa que al igual que si estuvieras dentro de una cacerola, muchas veces no ves más allá. Las mismas paredes te tapan las soluciones, que están allí fuera.
Lo que está claro es que, sea lo que sea, hay varias ideas que te pueden servir para empezar a tomar cartas en el asunto, y empezar a poner soluciones a estas situaciones con las que nos encontramos a menudo.
1.- Pon límites claros y precisos
Pon límites y no permitas que los franqueen. Puede ser el horario de trabajo, que te llamen en fin de semana, o no permitir que ese “alguien” te menosprecie. Pon claramente el límite. Puedes empezar por pequeñas cosas que te resulten fácil y poco a poco vas ampliando tus límites hasta que sientas que no te pisan
2.- Aprende a decir que no.
Es tu vida y tus prioridades. Conoce bien tus prioridades, tus valores y aprende a decir que no.
3.- Sal de la dualidad.
Tendemos a pensar en dual, lo hago, no lo hago. Si, no. Blanco, negro. Y el mundo está lleno de oportunidades que dejamos pasar debido a esta manera de pensar. Siempre, siempre hay otras posibilidades, una tercera vía o cuarta o quinta.
4.- Traza un plan de acción
Y empieza poco a poco a saltar fuera de esa cacerola. Has de conocer que energía te queda para saber si tienes que empezar por saltitos pequeños o tienes fuerza para un gran salto. Cuando lo tengas claro, empieza ya a ponerlo en práctica.
Conclusión
No siempre es fácil ver que te estas hirviendo en una cacerola. Cuando sales, es el momento que dices… «como pude aguantar todo esto». Mira y analiza a tu alrededor si hay alguna situación que te está llevando poco a poco a este extremo y pon ya un plan de acción para afrontarla.
Mientras tanto aquí me tienes, paseando este fin de semana tranquilamente entre ranitas saltarinas y reflexionando sobre estos temas. Y tu, ¿tienes alguna cacerola que te hierve? el trabajo, alguna amistad o pareja o tal vez tu mismo perfeccionismo, tus creencias… Cuéntamelo en los comentarios. Y si piensas que este post puede ayudarle a alguien, compártelo!
Un abrazo
Adriana
Tu Coach en el Mar
Muy buen artículo Adriana. Creo que la descripción es perfecta. Si me permites la usaré para entrenar a mis líderes.
Hola Gema!
Encantada de que lo puedas usar. Muchas gracias por tus palabras!!
Un abrazo
El sindrome de la rana hervida, me encantan las metaforas.
Si, a veces nos estamos quemando y aun asi seguimos aguantando no se muy bien porque
El ponernos delante una gama de colores, aparte del blanco y el negro, nos abre muchas posibilidades y si ademas nos ponemos un plan de accion que ejecutemos «saldremos de la cacerola» volando.
Un abrazo Adriana
Hola Virginia!
Jeje, me ha gustado lo de salir volando de la cacerola!. Creo que las metáforas y analogías nos ayudan mucho a entender situaciones de una manera sencilla. Como a ti, me encantan :).
El entender el «porqué» hay detrás de aguantar una situación puede ser la llave de empezar a salir a ella….
Un abrazo!!
¿Quién no habrá vivido una situación así, verdad Adriana?
Aunque mal de muchos consuelo de tontos, dice el refrán.
En mi caso, lo que más me ayudó a dejar de sentirme tan quemada y angustiada fue empezar a amarme incondiconalmente. No fue fácil. Muchos meses, tal vez años, mirándome al espejo cada mañana diciéndome:
– Estás divina de la muerte
– Tú puedes hacerlo
– Qué pasaría si hoy te dedicases única y exclusivamente a ti
En fin … por supuesto luego he tenido que poner límites, decir que no, y tener un plan de acción, pero lo primero fue amarme.
Hola Ana
Creo que todos en algún momento de nuestra vida nos encontramos en una olla hirviendo y no sabemos como hemos ido a parar en ella.
Me encanta que compartas tu camino de como lo superaste, primero amarte, pensar en ti. Es tan importante y nos olvidamos tan fácilmente de hacerlo. Gracias por tu comentario. Un abrazo
Me ha parecido una gran historia, inspiradora y me ha hecho pensar ¿Seré una rana?¿Me estaré hirviendo? 🐉(pretendía ser una rana)
De verdad que me parece una gran historia. Yo soy de las que creo que el mundo esta hecho en escala de grises, pero sí que es verdad que en ocasiones nos obsesionamos con algo y no vemos que no es el camino hasta que nos estalla. Hay que reflexionar más y actuar en consecuencia.
Estupendo artículo.
Muchas gracias Mónica!! Las paredes de las cacerolas son muy altas y opacas, por lo tanto si no nos damos cuenta el agua está hirviendo y nos achicharramos. Darse cuenta a tiempo es lo que se necesita para tener fuerzas y saltar. Muchas gracias por el comentario 🙂
Hola Adriana, me ha gustado mucho tu artículo. Yo que me dedico al coaching nutricional soy muy consciente del punto que comentas, de como maltratamos día a día a nuestro cuerpo, y esta máquinaria maravillosa es capaz de resistir mucho, muchísimo, pero ¿hasta cuándo y en qué condiciones? Gracias por recordanos lo importante que es no acabar como ranas hervidas por pura inconsciencia 🙂 Un saludo,
Cristina
Hola Cristina! Muchas gracias por tu comentario. Efectivamente muchas veces aguantamos hasta puntos insospechados y luego cuesta mucho salir y recuperarse. Ser conscientes de la situación es la mejor manera de no llegar hasta el fatídico final. un saludo
Hola Adriana,
conocía el síndrome de la rana hervida y me ha gustado mucho la vuelta que le has dado con ideas prácticas para hacernos conscientes de ello y poner acción.
En mi caso era mi trabajo, el «no estoy mal del todo» que peligroso es. Cocernos a fuego lento… así salté de la cazuela y qué bien que lo hice.
un abrazo!
Hola Ana! Efectivamente, justificarnos constantemente con el «no está tan mal» etc etc es una manera de dejarnos que el agua nos hierva poco a poco. Me alegro que te decidieras saltar de la cacerola. Gracias por el comentario. Un abrazo
Conocía el síndrome de la rana hervida pero hacía mucho tiempo que no la recordaba. Es bueno leer este tipo de artículos porque te trae al presente estos valores. Los consejos que ofreces son de lo más claros para ponerlos en práctica de inmediato. Muchas gracias.
Hola Raquel! Muchas gracias por tu comentario y me alegro mucho que te ayudara a recordar aquello que sabemos y que terminamos olvidando. Un abrazo
Que interesante analogía la de la rana hervida aplicada a nuestra vida Adriana, la verdad que nunca había escuchado sobre esto y me alegro haberlo descubierto a través de tu post. Es impresionante la capacidad que tenemos los seres humanos de nadar en piscinas hirviendo y aun así mentirnos a diario diciendo que estamos bien cuando en realidad ya no tenemos ni fuerzas para dar otra frazada, cuánto dolor silencioso guardamos solo para que los demás no se enteren y nos hacemos un daño tremendo. Gracias por este lindo post.
Hola Eliana! Demasiado dolor y sufrimiento aguantamos, muchas veces por un supuesto amor, otras por «obligación», o por que yo puedo, sin darnos cuenta el daño que nos hacemos. La cuestión es darnos cuenta a tiempo para reaccionar y salir de la cacerola. Muchas gracias por tus palabras, son de agradecer :). Un abrazo
Todos hemos pasado por esa situación de sentirnos asi como las ranas hervidas, sin ganas o fuerzas para seguir el curso de la vida.
Bonita reflexión, sin duda alguna creemos que nos hundimos y qud no saldremos de esa situación.
No deberíamos sufrir de más en nuestras vidas.
Hola Alexandra!Efectivamente el dolor siempre vendrá, aunque el sufrimiento es algo que nosotros decidimos continuarlo. Muchas gracias por pasarte por aqui y comentar. Un abrazo
Hola. Me ha gustado mucho tu artículo sobre el síndrome de la rana hervida, no lo conocía pero ahora que lo leo creo que es totalmente cierto, es más, lo podemos aplicar a muchos momentos de nuestras vidas. Cuando te encuentras de repente en un problema quizás si le encuentras una solución rápida pero cuando es algo que va entrando poco a poco, al no ser tan consciente, después cuesta más salir de ahí… Besos.
Muchas gracias Maria por tu comentario. Tienes razón, cuando es algo lento, poco a poco te va engullendo sin darte cuenta, como a la pobre ranita. Ser conscientes y vivir el momento nos ayuda a poder detectar estas situaciones. Un beso
Con ésta fábula me doy cuenta de que además de que hay muchas ranas dentro de su cacerola, lo peor es que repiten.
Gracias Adriana por compartirlo, hace reflexionar y ver con más claridad con tus contenidos y conclusiones.
Hola Montse! La cuestión es darte cuenta cuando te estás convirtiendo en una ranita a punto de ser hervida. Ser consciente de nuestra situación, emociones y señales de nuestro cuerpo nos da siempre las pistas para estas situaciones. Gracias por el comentario y un abrazo